En alguna ocasión hemos tratado en esta tribuna cómo las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han cambiado radicalmente el paradigma de las relaciones laborales.

La constante interconexión ha supuesto mayor operatividad y grandes beneficios para las empresas, sobre todo en la reducción de plazos para dar respuesta a los problemas planteados, aunque también hay quien paga en carne propia esta factura con el denominado síndrome Burnout, el relacionado con el trastorno emocional derivado del estrés laboral.

Para mitigar en parte esta situación, el Gobierno francés ha implementado desde principios de este 2017 una medida que en teoría otorga a los trabajadores el derecho de desconexión fuera del horario laboral. Lo cierto es que la nueva ley no establece las instrucciones concretas, dejando en manos de las propias empresas la instauración de protocolos propios, algo que algunos no han tardado en considerar como un brindis al sol.

Y es que la constante disponibilidad fuera del horario de trabajo puede desembocar y de hecho ya está desembocando en abusos laborales a causa de la utilización de una tecnología que, dependiendo de cómo sea empleada, presentará dos caras bien diferenciadas; la de la optimización de los recursos y la del nuevo modelo de esclavitud del siglo XXI.

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