Tradicionalmente en la fotografía se han utilizado filtros. Su función original era la de cambiar la temperatura de color para obtener mejores resultados al ajustarse a las condiciones externas de iluminación. Hoy en día existen versiones muy específicas en sus funciones y parámetros. De este modo se ahorra bastante tiempo en postproducción, quedando además un resultado mucho más natural.

Actualmente la mayoría de cámaras digitales llevan una serie de filtros con distintas características de manera programable. Además, para los móviles y ordenadores, existen infinidad de aplicaciones y programas que ofrecen opciones de edición simple para incorporar efectos concretos. Sin embargo estos resultados, aún siendo vistosos, no son comparables a una imagen bien procesada o una instantánea bien capturada.

Por eso existen filtros polarizados, degradados o filtros de colores específicos que destacan o bloquean determinadas longitudes de onda. Su fin es eliminar el brillo de un cristal para fotografiar a través de él, dar u toque personal homogéneo a una serie de fotos o adaptarse a unas condiciones lumínicas concretas.

Como bien dicen, “la cámara no hace al fotógrafo” y tampoco lo hace el ordenador. Es a través del dominio de la luz como se consiguen las buenas tomas.

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