No es ni mucho menos la norma, pero en contadas ocasiones hay un aspecto que pesa más que el trabajo realizado alrededor de la identidad de marca o el branding; el hecho de ser pioneros.

En esta entrada nos referimos a aquellos nombres de marca que, quizás sin quererlo, pasaron a dar nombre al tipo de producto, al menos entre buena parte de los estratos sociales. Ejemplos sobran: Danone para los yogures, Kleenex para los pañuelos de papel, o Chiclets para la goma de mascar. Hasta tal punto es así que en el segundo y en el tercer caso, incluso, se adaptaron nombres al español como sinónimo de los productos genéricos (clínex y chicles).

Lo que muchos pueden pensar que es una jugada maestra a cargo de estas firmas, tiene un doble filo, pues de nada sirve permanecer constantemente en el imaginario colectivo sin otorgar un valor añadido a la marca para diferenciarla respecto a la competencia.

Es por ello por lo que, en un mercado leonino, incluso los regalos caídos del cielo pueden resultar envenenados si no se depura el trabajo de marca. Una labor que debe ser constante y regular en un universo que apenas permite vivir de las rentas.

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