Tanto los índices de participación y abstención como el voto registrado en las urnas son fiel reflejo de la realidad social de una comunidad en un determinado momento. Se trata del balance resultante tras el envite disputado entre los diferentes ‘canteros’ encargados de moldear una determinada perspectiva social desde el ámbito político.

Si las líneas maestras que permiten desarrollar un plan de marketing político continúan basándose hoy en los flujos de información y la investigación de mercados, lo cierto es que la manera de hacerlo está cambiando de forma exponencial, hasta el punto de haber llegado a una fórmula de ‘neomarketingpolítico, aquel que conjuga las técnicas tradicionales en medios de comunicación con las nuevas herramientas del marketing digital. Es decir, los grandes partidos están obligados a idear campañas mixtas para no quedarse fuera de juego.

Al contrario de lo que sucediese hace tan solo algunos lustros, el hecho de aparecer o no en los medios de comunicación tradicionales ya no es algo decisivo para medir el éxito de una campaña. Si bien la prensa continúa ostentando su título de ‘cuarto poder’ -en unos casos ejerciendo como látigo fiscalizador y en otros como meras plataformas amplificadoras de mensajes-, el mismo ya no es coto privado, sino que es compartido por el resto de la ciudadanía a través de las redes sociales.

Es en este último entramado digital, caracterizado por el ritmo frenético, así como por el fácil acceso a grandes torrentes de información y desinformación a partes iguales, donde se está librando la madre de todas las batallas, con multitud de escabechinas en todos los ámbitos temáticos. Hasta tal punto es así que, en algunos casos, los medios de comunicación tradicionales actúan con una mano como garantes de la veracidad, mientras que con la otra se convierten, a veces sin ser conscientes, en emisores de ‘fake news’. El ‘retuit’ impulsivo es el nuevo gatillo fácil. Lo saben aquellos que hoy protagonizan las llamativas micropíldoras de ‘neomarketing’ político, al igual que lo saben los grandes medios, con la utilización de titulares más impactantes que veraces. Entre tanto, aunque sea a cualquier precio, la lucha por el número de impresiones cuenta cada vez con menos reglas encima de la mesa.

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