Salvo catástrofe de última hora a partir de 2012 España tendrá un presidente con barba. Queda por dirimir si tiene pelo en la cabeza o es calvo. El PSOE baraja seriamente la posibilidad de que Rubalcaba sea su candidato en las generales de 2012, donde tendrá que enfrentarse a otro barbado: Mariano Rajoy. Es bien sabido que España es el país más bipartidista de Europa, así que todo apunta a un hecho inaudito: el próximo inquilino de La Moncloa peinará barba.

¿Y por qué es tan importante la distribución del vello facial y craneal del primer prócer de la nación? Por los motivos que expliqué aquí hace un par de meses: el votante occidental desconfía de los hombres con barba (y aún más de las mujeres), lo que explica que no haya habido ni un solo presidente con barba en occidente en los últimos 50 años, que haya que remontarse hasta 1922 para toparse con un presidente español con barba (el fugaz José Sánchez-Guerra) y aún más, hasta 1881, para dar con un barbudo en la Casa Blanca: el no menos efímero James Garfield.

Una explicación hacia este desdén hacia las barbas la da el psicólogo Robert Pellegrini: “Las barbas invocan imágenes de intenciones diabólicas, ocultación y poca higiene para al menos la mitad de la población occidental”.

Pero si llevar barba es un hándicap para el candidato ser calvo resulta una rémora insalvable. El único presidente calvo que ha tenido España en sus 35 años de democracia fue Leopoldo Calvo-Sotelo y no resultó elegido sino que accedió al cargo tras la dimisión de Adolfo Suárez. Por tanto, ser calvo y llevar barba, como Rubalcaba, es un doble mortal sin red en el circo de tres pistas de la democracia.

La prueba fehaciente de que España no está preparada para un presidente calvo la dio el PSOE, que presentó a Joaquín Almunia por presentar a alguien en las generales del 2000. Al pobre Almunia no sólo le enviaron al matadero a luchar con el imbatible Aznar sino que mutilaron su calva en los carteles electorales, añadiendo humillación a la inmolación.

Una foto de los mandatarios europeos demuestra hasta qué punto están los calvos excluidos de los puestos políticos de máxima responsabilidad. Al contrario que llevar barba, que es una decisión de cada cual, la calvicie suele venir impuesta –salvo en el caso de Berlusconni- así que los presidentes calvos deberían ser más asiduos, sobre todo si tenemos en cuenta que los detentadores de poder suelen ser varones de más de 50 años, una edad a la que ser calvo debería ser obligatorio.

De Iñaki Berazluze para Cooking Ideas.

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