En el mundo de las marcas hay de todo, como en botica. Hoy hacemos estación con parada en la política de los grandes anunciantes y nos ceñimos a los tres casos más significativos en cuanto a la gestión de sus logotipos. Los hay inalterados, rediseñados y nuevos. Tres visiones bien diferenciadas que cuentan con sus pros y sus contras.

En el primero de los casos, no hay persona que no haya visto alguna vez en su vida un envase de vaselina Gal. Tanto su marca como su formato han permanecido a la práctica inalterados con el paso de los años, hasta el punto de que su estilo retro puede considerarse como uno de sus principales activos en el actual mercado. A su favor, el peso de la historia y la credibilidad. Marcas perpetuas que, en ocasiones, ya son parte del imaginario colectivo.

El segmento más habitual es el de la actualización y el rediseño. Para adaptarse a las cambiantes tendencias visuales y de la comunicación corporativa, no son pocas las marcas que, manteniendo el peso específico de su identidad, realizan una lavado de cara. Una política a la que recurren las inmensa mayoría de las grandes marcas.

El terreno apto para valientes, y no exento de riesgos, es el de la configuración de un nuevo logotipo que rompa con la idea predeterminada. En este escenario tenemos ejemplos de todos los tipos, desde fiascos hasta nuevos trabajos que han servido como trampolín para competir en el mercado. Es el caso, entre otros muchos, de Endesa, con un cambio al que ya dedicamos algunas líneas en esta misma tribuna.

En ocasiones, no contentos con la mera transformación, también hay quien redefine incluso el nombre de su producto. Un caso recordado es el de Natillas Danone, con fuerte presencia televisiva en la década de los años 90. Ahora, también con gran fujo en plataformas de exhibición, lo hace bajo el nombre de Danet.

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