Al más puro estilo de Campofrío en Navidad, con la bandera de la empatía y el sentimentalismo, la Agencia Tributaria nos vuelve a recordar que Hacienda somos todos. Y aquí muchos pensarán que sí, que somos todos, pero unos más que otros.

A través de numerosas parodias en la red, hay quien critica, quizás con razón, que en la comunicación oficial del organismo de recaudación vuelve a faltar aún valentía para sacar a colación a aquellos que conforman los poderes fácticos, los que aprovechan la influencia derivada de los órganos del Estado y de las élites sociales precisamente para promulgar la insolidaridad colectiva, malversando en pro de un beneficio personal. Y es que, como es habitual, Hacienda vuelve a poner el foco en el compromiso de los ‘españolitos‘. Veamos el porqué.

Lo cierto es que las altas esferas no son más que un fiel reflejo de la calle. Los que allí moran no están hechos de otra pasta ni están tocados por una mano que les haga diferentes. Es decir, el ‘¿con IVA o sin IVA?’ al que tienen acceso el común de los mortales se transforma por lógica dentro de las élites en entramados más sofisticados y, por consiguiente, más fraudulentos para las arcas públicas.

Por ello, los malos de la película no son los influyentes fraudulentos, sino nosotros mismos con el traje de influyente fraudulento. Es por ello por lo que, aunque pueda resultar paradójico e incluso incomprensible, el problema no radica en la punta de la pirámide, sino en la base social.

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