Líbreme Dios del toro manso, que del bravo me libro yo. Regocijo debe sentir el exlendakari Ibarretxe, el impulsor del ‘vascos y vascas’. Seguramente, ni siquiera él podría prever que su juego de artificio lingüístico pudiese haber calado tan hondo, años más tarde, en los agentes sociales que promulgan una igualdad de cartón piedra que resulta a todas luces insultante.

Con el ciudadanos y ciudadanas, el barceloneses y barcelonesas, el juntos y juntas, o el ya mítico miembros y miembras, el injustificado y de mal gusto ataque a las normas que rigen la lengua de Cervantes son nuestro pan de cada día. Expresiones que, lejos de ayudar a reducir la brecha de la discriminación, reducen la esencia de un verdadero problema social a una especie de chascarrillo.

Ir contra natura requiere, además, un sacrificio. Y de los gordos. Un esfuerzo que no es está la altura, como es evidente, de los abanderados de la igualdad superflua. Lo demuestran a diario muchos de nuestros políticos en sus edulcoradas comparecencias públicas, que en ocasiones adquieren tintes burlescos. Y es aquí donde viene la verdadera farsa.

En esta tribuna no pretendemos solo romper una lanza en favor del buen uso del lenguaje, sino más bien desacreditar una intencionalidad, un uso tan forzado como imposible de mantener a lo largo de un discurso, por pequeño que sea. Y es que, aunque de forma inconsciente, el sentido común siempre acaba apareciendo para quedar al descubierto a aquellos que cercenan el lenguaje en beneficio propio.

En su minuto oro para cerrar el debate televisivo antes de las elecciones del pasado mes de junio, el entonces líder socialista, Pedro Sánchez, utilizó hasta en diez ocasiones el plural genérico neutro o masculino para referirse a hombres y mujeres. Todo un acierto lingüístico, a la vez que una incoherencia personal si atendemos a su habitual discurso de saturación sexista y que ha sido una de sus señas de identidad. Como él, otros bustos parlantes de diversos partidos o colectivos son capaces de pregonar en tan solo unos pocos segundos de alocución la mayor de las incoherencias.

Si tan necesario es, a juicio de los ‘progre-hablantes’, huir de los géneros no marcados, el líder socialista, bajo su propio punto de vista, debería haber pedido disculpas a todos aquellos de los que se olvidó durante aquel minuto. A saber…

Estamos llamados y no llamadas,
En los tuyos y no en las tuyas.
En las becas de tus hijos y no de tus hijas.
Los mayores y sus pensiones y no las mayores.
Los jóvenes que han salido fuera y no las jóvenes.
Los dependientes y no las dependientes.
Los familiares y no las familiares.
Los niños que sufren la pobreza infantil y no las niñas.
En tus hijos y no en tus hijas.
Si piensas en todos ellos y no en ellas.
Sí se acordó, loado sea, de nuestras nietas con un pletórico ‘en tus nietos y en tus nietas‘.

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