No hay que ser Kim Kardashian. Cuando el desarrollo personal se convierte en marca, hablamos del concepto ‘personal branding’.

En la era 3.0 esta faceta adquiere si cabe más importancia. Y es que las relaciones interpersonales se forjan cada vez más en la red, donde predomina el anonimato y salir de lo común no siempre es tarea fácil.

Como si de un nicho de marcas blancas se tratase -individuos con la misma formación y similares aspiraciones-, la diferenciación que otorga el valor añadido de la puesta en escena es el primer paso para la creación, la transmisión y, sobre todo, la protección de una marca personal.

Si uno repasa diferentes foros en la red, hay extendido un equívoco bastante generalizado que versa sobre que el personal branding consiste en venderse a uno mismo. Y nada más lejos de la realidad. La idea precisamente pasa por vender lo que sabemos hacer. Es decir, no promulgar que sabemos hacerlo, sino simplemente demostrarlo.

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