A lo largo de la historia de la música algunos artistas han sido siempre muy reticentes de participar en campañas de marketing, ni vender sus canciones a empresas, ni aparecer como imagen publicitaria, ni aceptar patrocinios… Algunos ejemplos muy recordados de dicha actitud son Neil Young, Tom Waits o Bruce Springsteen. En el caso de este último, el Boss entró en el Libro Guiness de los Records por rechazar una oferta para incluir unos segundos de su mítico “Born in the U.S.A.” en una campaña de Chrysler. Dicha oferta era de 12 millones de dólares, la más alta jamás ofrecida por un trato de este tipo.

La otra cara de esa moneda son los grupos que parecen haber sido creados para ser reclamos publicitarios. Este es el caso de los Black Eyed Peas, quienes endorsan en sus beneficios el patrocinio de infinidad de compañías de todo tipo. Gracias al mestizaje multicultural de sus miembros y la fusión de géneros en su música el espectro de fans que abarcan es internacional y heterogéneo, lo cual atrae a los anunciantes. Según expertos en la materia, si su miembro will.i.am no se dedicara a la música sería uno de los mejores ejecutivos de Madison Avenue. Pero esto no impide que, como siempre, haya detractores y acusadores de estos métodos y actitudes, que denominan “venderse”.

No es solo la estrategia efectiva de negocio lo que se necesita para triunfar, tanto para los “opuestos al sistema” como para los “vendidos”, sino la música en sí. Aunque a veces parezca que solo busque ser comercialmente efectiva, no por ello debe estar exenta de calidad artística o mensaje, y es en ese balance donde radica el éxito. Un ejemplo clásico de esto es “My Adidas” de los Run DMC. Lanzada en 1986, cuando el grupo estaba ya consagrado por haber sido el primer grupo de rap en aparecer con un vídeo en MTV y ser portada de la revista Rolling Stone, esto sembró el precedente del patrocinio de empresas a grupos musicales.

Ver vídeo RUN-DMC – My Adidas

https://youtu.be/JNua1lFDuDI

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