En nuestra mente están alojadas infinidad de melodías. Son canciones pegadizas entre las que, a veces sin saberlo, hay una gran cantidad de obras de música clásica que conocemos a la perfección. Puede que no sepamos el autor, ni el título, ni dónde la oímos por última vez, pero están ahí.

Esto sucede porque son muy utilizadas tanto en publicidad como en bandas sonoras. Se emplean como música incidental porque, a nivel visual, hay pocas canciones modernas que tengan el dinamismo y la capacidad de sugerir y evocar de las obras clásicas.

Hoy traemos dos vídeos acompañados por el ritmo frenético de In The Hall Of The Mountain King, de Edvard Grieg. El primero es una animación ‘doodle’ moderna que representa algo similar a las partituras gráficas donde el protagonista se desliza por distintos fragmentos de pentagrama. El otro es un corto que pertenece a la serie Silly Symphonies de Disney de los años ’20 y ’30 .

En ambos vemos cómo la música contextualiza la imagen y la dota de un ritmo frenético y agitado, favoreciéndose mutuamente en estas piezas audiovisuales.

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