Se atribuye a Gandhi la manida reflexión de que la felicidad es lo que pasa cuando lo que piensas, dices y haces está en armonía. En la era digital en la que nos hallamos inmersos, las redes sociales -antes apéndices de nuestras vidas y ahora en muchas ocasiones ente que devora e incluso dirige nuestros designios para alimentarlas- son algo así como ‘La Manzana de Eva’, pero en el siglo XXI.

Y es que es común aquello de tener una doble vida; la que realmente vivimos y la que intentamos vender exhibiendo, a veces de forma minuciosamente cuidada, una imagen probeta, artificial. Un bodegón de nuestra propia existencia.

Este juego de la autocomplacencia en el que caen muchos de los usuarios lleva aparejado, en ciertas ocasiones, problemas legales relacionados, sobre todo, con bajas laborales. Y es que no son pocos los que intentan tirar de picaresca ante tribunales de evaluación pero luego no mantienen la coherencia en el mundo digital. Así se las ponían a Fernando VII, pensarán los detectives encargados de detectar los fraudes.

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