Lejos de ser ya una oportunidad para adelantados, el espectro digitalizado de Internet ha pasado de ser una tendencia en forma de canal a convertirse en todo un campo de batalla masificado con multitud de estímulos. No obstante, no todo está totalmente perdido para los innovadores, ya que el hecho de estar al tanto de las cambiantes tendencias puede granjear a las empresas y organizaciones un lugar de privilegio en cuanto al posicionamiento y la reputación. Tan solo se trata de adaptarse a las preferencias de consumo de los clientes potenciales.

Al mismo tiempo que la competencia aumenta, los contenidos han de adecuarse a los cambios con el objetivo de que la notoriedad de las firmas permanezca intacta. Es aquí, precisamente, donde el snackable content juega un papel de suma importancia. Como si de jugosos aperitivos se tratase, hablamos de píldoras fáciles de digerir para unos usuarios ávidos de consumir mucha variedad de contenido, aunque generalmente con poca profundización temática. Buena culpa de este cambio de paradigma la tiene la ya denominada Generación Hit en unos tiempos es los que los memes o los gifs copan la mayor parte de las interacciones entre unos nativos digitales que saltan de contenido en contenido sin apenas pestañear.

Pero, ¿es compatible pegar en la diana de la ‘Generación Hit’ sin perder cotas de reputación? Sí, siempre y cuando se enarbole la bandera de la creatividad con el fin de no caer en lo chabacano. Aunque bien es cierto que las firmas no deben dejar pasar por alto los comportamientos de consumo que nos brinda la observación en redes sociales, ello no implica renunciar a propuestas más especializadas para un público que sí quiere y reclama información útil para satisfacer sus necesidades a través de un marketing de contenidos tradicional. Un buen ejemplo identificado y que a nuestro juicio conjuga a la perfección estas dos vertientes es el perfil de Twitter del Cuerpo Nacional de Policía, el cual ha sabido adaptarse a la realidad digital de las nuevas generaciones sin minar ni un ápice el prestigio o la credibilidad de una institución de servicio público.

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