Corría el año 1895 cuando Nikola Tesla inventó la radio. Bueno… o Marconi unos años después con el oscilador de este. Incluso Maxwel, Hertz y Cervera tuvieron su contribución. Sea como fueren las aportaciones, plagios y patentes de unos y otros, la radio es un medio de comunicación centenario y, aún así, vigente, de masas y de rabiosa actualidad.

Cuando hablamos de publicidad solemos mirar hacia la imagen que, en movimiento o en su versión estática, es lo primero que enfocamos en cuanto a persuasión se refiere. Pero hay vida más allá de lo que ven nuestros ojos y la radio es un buen ejemplo de ello. La onda tiene determinadas características que influyen a la hora de realizar una campaña y a ellas nos vamos a dedicar hoy.

Entre las ventajas, encontramos en ella un medio más económico, rápido y con muchas posibilidades creativas, lo que no significa que sea más fácil triunfar en este campo. Son pocos segundos y estamos ciegos, por lo cual debemos ser potentes en el mensaje para llegar al público. La voz es de vital importancia como encargada del peso dramático de la acción, la palabra sustituye a la imagen y la música, el sonido y los silencios construyen la emoción.

La mayor dificultad radica en la pluma. El texto tiene que ser capaz de transmitir y, además, transformar las letras en sonidos para que slogans y chascarrillos se conviertan en el estribillo del anuncio. Esa melodía pegadiza que se mete en nuestro target para que cale el mensaje.

Al fin y al cabo, si hablamos de mensajes, ‘El que sabe, Saba’… y sino que se lo pregunten a Pérez.

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